domingo, 4 de abril de 2010

Los hombres se hacen con otros hombres

Les voy a enviar un articulo que hace algunos años publique y envie a varias paginas y revistas, hace como un año aproximadamente recibi un mail de una de las fuentes donde se viritio la informacion, solicitandome pudiera indicar la fuente o el nombre de las investigadoras , ya que la comunidad habia levantado una energica queja al respecto del mismo.

Seria interesante el saber por que se han levantado en armas tan energicamente, ya que este articulo tambien aparecio en un diario de Circuilacion Nacional (si mal no recuerdo MILENIO), en los coments de la nota se dejan escuchar muchas voces, como por ejemplo:

Pablo Alonso-Junio 2009.-

"pues NO, lastimosamente su artículo es fallido y carente de verdad, yo soy de Tiríndaro, y no existen ni estéticas ni tanta apertura como se menciona, esta información ya habia sido publicada por una agenda y tambien me sorprendio, hay uniciación sexual de hombres con hombres, como en todo el mundo, no me averguenza el hecho de que haya homosexualidad abierta y se hable me mi amado pueblo, me alteraquesehabledeoidas yseconfunda.Diospermitalahora enquesepuedahacerloquedicenpuesmeregresoaentrenar"
O tambien: Mi nombre es Alejandro Severo 1 Abril 2010:

"mi comentario acerca de esta supuesta investigacion es una completa y absurda mentira yo creci en este pueblo y es intolerable que personas se dediquen a difamar es posible que algun maricon lo despresio un desendiente de el pueblo y escribe esto como venganza es un marica deserebrado"
Vamos!!!.. lo extraño es que los comentario provengan con un mismo tenor, con las mismas faltas de ortagrafia, escrita en mayusculas... etc... como me gustaria encontrar el nombre de las investigadoras para poder debatir mas... en fin, les paso el articulo y ustedes me comentaras:

En la comunidad purépecha de Tiríndaro, Michoacán, los hombres antes de conocer mujer, se involucran sexualmente con personas de su mismo género. Para ellos no es sinónimo de homosexualidad, sino parte de un ritual indígena que los prepara en el erotismo masculino. Y cuando se sienten preparados suelen formar un hogar al lado de una mujer, con quien se casan y tienen hijos.

Nadie en el pueblo juzga o habla sobre la iniciación sexual de los varones. Ahí no hay maricones ni jotos. Sólo hombres que gustan de las mujeres, de los varones o bien de los dos géneros.

A partir de los 15 años de edad, la gran mayoría de varones acude a la peluquería del pueblo donde son recibidos por los gueis, es decir, por un grupo hombres maduros —ellos sí se asume como gays— dispuestos a llevar a cabo prácticas homoeróticas pasivas.

Los primerizos e indecisos son los activos en los encuentros sexuales. Ninguno de ellos, por supuesto, piensa en el romance ni en vivir eternamente con su entrenador. Su único deseo, como indica Fernández Chagoya, es poder algún día casarse con una mujer, como lo marca la tradición en la comunidad purépecha.

“El hombre simboliza calor, por lo tanto es un ser activo, superior, que necesita ser servido, atendido y poseer primacía. Su rol viene dado desde su nombre, su estado civil, su vestir y su gesto que denota rudeza y fortaleza”, dicen las investigadoras.

El hombre, además, en las comunidades purépechas tienen permiso de ser mujeriego e infiel. Por ello un varón suele tener varias mujeres, muchos incluso no dejan de visitar a sus iniciadores sexuales aún cuando se haya casado. Es frecuente que retornen a la peluquería de La chepis para platicar, beber y recordar viejos tiempos, protegidos debidamente con condón (producto de la globalización adoptado a sus costumbres).

Las mujeres, por su puesto, no ignoran las actividades de sus maridos, “ellas se conforman con saber que fueron las elegidas y que tienen a su lado un esposo cumplidor”, refiere Cosío Barroso.

En Tiríndaro no todos llegan a casarse. Se han registrado casos aislados de hombres que deciden no seguir con la tradición, por lo que optan por la soltería: mantienen prácticas sexuales y relaciones de noviazgo con otros varones. “No se consideran hombres de hecho, es decir, no gustan de mujeres, por tanto no se casan y quedan solteros al cuidado de su hogar”, aclaran.

Voy a la peluquería

La Chesquis, La Pelos, Mayté, Beta y La Chepis, entre otros gueis, son pieza clave en la construcción de la identidad masculina de la comunidad indígena purépecha. Ellos han asumido por décadas la misión de preparar a los hombres en su vida sexual, además de que fomentan en ellos el gusto por lo muy varonil. “Nos gustan barbudos, peludos, varoniles y atractivos”, dice el quinteto.

Los iniciadores tomaron ese papel cuando se iniciaron en la vida sexual. Según la investigación, desde niños tuvieron cierta predilección por las actividades y juegos femeninos. En la adolescencia se dieron cuenta que tenían preferencias sexuales por otros de su mismo sexo. La experimentación sexual con otros hombres fue fundamental en la construcción de los roles genéricos y las preferencias sexuales.

Luego de fallecer sus iniciadores, Chesquis, La Pelos, Mayté, Beta y La Chepis tomaron su lugar, abrieron peluquerías y espacios para una mejor interacción con los jóvenes y hombres maduros de la comunidad.

Los gueis gustan por lo regular de lo femenino. No todos, sin embargo, se visten de mujer. Sólo dos de ellos acostumbran ataviarse de faldas y vestidos. Y uno ha expresado su deseo de concursar en el próximo Señorita gay, argumentando de que portar vestidos lo hace sentir bello y atractivo.

Los gueis no cobran dinero por sus servicios. Ninguno de ellos vive de su cuerpo, por lo tanto, no ejercen la prostitución. Las prácticas sexuales se realizan por el gusto de ambos actores, los gueis y los hombres.

Por décadas, la labor que desempeñada por éstos hombres en sus propias estéticas y hogares ha sido tolerada y respetada por los habitantes del pueblo purépecha. Según las investigadoras, ellos han llegado a ocupar un estatus muy parecido al que tienen las mujer indígenas.

“Nadie los repudia u ofende. La gente los acepta y los adopta. Muchos de ellos, incluso, dan clases de costura a las mujeres. La única limitante que enfrentan es que no pueden participar en los concursos de bordado, porque son exclusivos para las mujeres”, aclara Melissa Fernández Chagoya.

En Tiríndaro también ocurre un fenómeno interesante. No hay embarazos no deseados ni tampoco casos de abuso sexual evidente. Tampoco hay casos de enfermedades como VIH/Sida.

Las Maringuías

En las fiestas de la comunidad, La Chesquis, La Pelos y Mayté también tienen una participación relevante. Son prácticamente los encargados de organizar la danza de Las Maringuías, un baile tradicional y muy antiguo, donde los hombres danzan vestidos de mujer, le cantan a la virgen, al niño Jesús y a todos los santos dentro de la misma iglesia.

“Esta danza tiene su antecedente histórico en 1541 cuando Fray Jacobo construyera la iglesia y se estableciera propiamente el pueblo, formado por cuatro familias donde los hombres y las mujeres usaban cabello largo; trenzado y arracadas. La única diferencia, además de la indumentaria (ellas con falda, ellos pantalón), era que los hombres usaban barba y ellas no”

Actualmente, la danza se lleva a cabo el 13 de mayo, día de la Vírgen del Socorro; el 11 de mayo y 4 de enero, día del encuentro de las huares. Se recorre todo el pueblo parando en cada casa, donde las personas les pagan con botellas de vino, fruta, maíz o bien, dinero por cada canción.

“El discurso religioso —explica Fernández Chagoya— se ha adaptado a las exigencias y costumbres de la comunidad de Tiríndaro”, ubicado en el municipio de Zacapo, en la Ciénega de Michoacán.

Adiós a Maité

Maité es uno de los iniciadores sexuales más famosos de la comunidad. Suele organizar reuniones tanto en su casa como en la peluquería, para que los jóvenes se acerquen sin temor a sus brazos. Con uno de esos jóvenes mantuvo una relación íntima muy estrecha, pero un día decidió abandonarlo porque consideró que ya estaba listo para el matrimonio.

“Maité cumplió con su deber. Lo dejó ir. La suegra y la novia sabían de esa relación pero ninguna armó escándalo. Optaron por el silencio, por guardar, como todos en el pueblo, el secreto a voces. Para ellas es peor no casarse que matrimoniarse con alguien que en las borracheras de la peluquería suele tener ligues ocasionales”, aclara Itchel Cosío Barroso.

Entre los iniciadores predomina ese sentimiento de abandono. “Nosotros sólo tenemos novios de ratito, porque sabemos que ellos se tienen que casar”, relata Maité a las investigadoras.

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